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- Tiene usted que dejar el tabaco, el alcohol, el café, el sexo, el cine y las alcaparras.
- ¿Y así viviré más, doctor?
- No, pero lo que viva se le va a hacer largo de cojones.
- Tiene usted que dejar el tabaco, el alcohol, el café, el sexo, el cine y las alcaparras.
- ¿Y así viviré más, doctor?
- No, pero lo que viva se le va a hacer largo de cojones.
Valga la redundancia...
Quizá tengan poco que ver estas dos bitácoras, por tono, carácter y temática. O quizá mucho, porque nacieron casi a la vez, y la paragüera y el rondador de vez en cuando se tratan. Queda ahí este enlace a partir de ahora, puesto que si las dos bitácoras no son hermanas, al menos habrá que considerarlas primas lejanas.
La Arqueología no es en realidad muy apasionante de manera cotidiana. Generalmente no se descubren más que unos cuantos huesos, trozos de cerámica rota y otros pobres vestigios que a duras penas sirven para dar referencia de las formas de vida en los tiempos pasados de la gente vulgar. Son pocas las ocasiones en que se hayan referencias directas a personajes célebres o a hechos de los que salen en los libros de Historia. Casi nunca la Arqueología es capaz de confirmar directamente la Historia de reyes, héroes y guerreros que conocemos a través de los antiguos escritos y mitos.
Pero alguna excepción hay.
De acuerdo con Flavio Josefo, historiador judío que obtuvo la ciudadanía romana, Herodes el Grande construyó la fortaleza de Masada entre los años 37 y 31 aC. Herodes, de origen idumeo, fue nombrado rey de Judea por sus sojuzgadores romanos y odiado por sus súbditos judíos. Herodes, el gran constructor "equipó esta fortaleza como un refugio para sí mismo". Incluía una muralla de casamatas alrededor de la meseta, almacenes, grandes cisternas que se llenaban ingeniosamente con agua de lluvia, cuarteles, palacios y una armería.
Unos 75 años después de la muerte de Herodes, al comienzo de la Rebelión Judía contra los romanos en el año 66 dC, un grupo de judíos rebeldes dominó a la guarnición romana de Masada. Después de la caída de Jerusalem y la destrucción del Templo (70 dC) se unieron a ellos celotes y sus familias que habían huido de Jerusalem. Con Masada como base, hostigaron a los romanos durante dos años. Entonces, en el año 73 dC, el gobernador romano Flavio Silva marchó contra Masada con la Décima Legión, unidades auxiliares y miles de prisioneros de guerra judíos. Los romanos establecieron campamentos en la base de Masada, impusieron un asedio a la fortaleza y construyeron un muro de circunvalación. Luego construyeron una rampa de miles de toneladas de piedras y tierra en el acceso occidental de la fortaleza, y en la primavera del año 74 dC hicieron subir un ariete por la rampa y batieron las murallas de la fortaleza.
Flavio Josefo relata dramáticamente la historia que le contaron dos mujeres sobrevivientes. Los defensores (casi mil hombres, mujeres y niños, dirigidos por Eleazar ben Yair), decidieron incendiar la fortaleza y morir por sus propias manos, en vez de ser capturados con vida.
Dispusieron que los hombres casados asesinaran a sus mujeres y a sus hijos. Después de ello, los combatientes rifaron el nombre de diez de ellos, que mataron a los demás. Incendiaron la fortaleza, sus palacios y sus casas, todo excepto los almacenes repletos de comida (para demostrar a los romanos que no había sido el hambre y la desesperación lo que les forzó a la muerte). Mediante un nuevo sorteo, eligieron un último celote, que culminó la orgía de muerte con sus compañeros y luego se suicidó.
Y halláronse (los romanos) con una multitud muerta, pero no pudieron regocijarse en este hecho, a pesar de que los sin vida eran sus enemigos. No pudieron menos que admirarse ante el coraje de su resolución y la firmeza de su desdén por la muerte.
La heroica historia de Masada y su dramático fin atrajo a muchos exploradores al desierto de Judea intentando localizar restos de la fortaleza. El sitio fue identificado en 1842, pero las excavaciones intensivas tuvieron lugar recién en 1963-65, con la ayuda de cientos de entusiastas voluntarios de Israel y de muchos países extranjeros, ansiosos de participar en esta excitante aventura arqueológica. Para ellos y para los israelíes, Masada simboliza la determinación del pueblo judío de ser libre en su propia tierra.
Las excavaciones fueron dirigidas por Y. Yadín en nombre de la Universidad Hebrea de Jerusalem, la Sociedad de Exploración de Israel y el Departamento de Antigüedades y Museos de Israel (hoy, la Autoridad de Antigüedades de Israel).
En todas partes se descubrieron evidencias de una gran conflagración.
Pero el hallazgo más escalofriante y conmovedor se produjo en el área frente al palacio septentrional, donde se descubrieron once pequeñas ostraca (pequeños trozos rotos de cerámica), cada una de las cuales llevaba un solo nombre. Inmediatamente se nos representa aquella dramática escena final relatada por Josefo: diez hombres próximos a su muerte, y deseosos de alcanzarla mediante aquel macabro sorteo, tanto por su fe y convencimiento, como por dejar atrás el horror y la orgía de sangre y destrucción que acababan de provocar, incluso entre sus seres queridos.
Pero... ¿Once ostraca? ¿Cómo? ¿No eran diez según Josefo los últimos celotes?... Una dice "ben Yair" y podría ser la abreviatura de Eleazar ben Yair, el comandante de la fortaleza. No es difícil imaginar que el comandante decidiera acompañar a sus hombres en aquel último trance, tanto por solidaridad como para evitar que flaquearan en su determinación.
Uno quizá un poco pedante, pero del que me siento especialmente orgulloso, porque creo que es el primer fallo de documentación del que me he dado cuenta yo mismo...
Al principio de La edad de la inocencia, se señala que la acción transcurre en 1870. Cuando Newland Archer está entrando al baile anual de los Beaufort, la narradora va describiendo los distintos salones de la casa, y hace reseña particular de un cuadro, "Le retour du printemps" (El regreso de la primavera), de Adolphe Bouguereau (1825-1905), por lo escandaloso de su temática, y llegan a apreciarse en la imagen los angelotes de su parte superior. El cuadro es este (una maravilla, por cierto):
Hace unos meses la Cámara Alta del Parlamento alemán, el Bundesrat, votó a favor de incluir los derechos de los animales en la Constitución, convirtiéndose en el primer país europeo en hacerlo.
Actualmente hay grupos que consideran la caza un asesinato y a los cazadores asesinos. Otros matizan la caza de subsistencia, con la que no habría objeción moral y la deportiva, que carece de toda justificación. La mayor o menor gravedad de la caza se hace depender de la mayor proximidad filogenética de la presa. La peor sería, pues, la caza de humanos. Después vendría la de chimpancés, gorilas, orangutanes, elefantes, delfines, los demás mamíferos, las aves, los reptiles y finalmente los insectos. La mayor o menor gravedad moral está determinada por la mayor o menor semejanza con nosotros mismos. Semejantes consideraciones merecen de estos grupos otras actividades humanas frecuentes, como la experimentación con animales de laboratorio o los festejos tradicionales en los que, como en el caso de las corridas de toros aquí mencionado, se maltrata a ciertos animales.
No negaré la gran inteligencia y sensibilidad de algunas especies animales. Todo el que ha sido dueño de un perro es capaz de entender esto perfectamente. No es, sin embargo, la mayor o menor inteligencia, o la mayor o menor sensibilidad, que pudiera ser comparable con la de otros seres vivos, la determinante de la personalidad.
Por ello, la primera impresión que siento ante la expresión "derechos de los animales" es la de perplejidad. Porque los animales no tienen derechos. Los animales, con todo lo inteligentes y sensibles que puedan llegar a ser, son cosas.
Los derechos son genuinamente humanos. Solo las personas físicas y las personas jurídicas, en cuya base hay personas físicas, pueden ser sujetos de derechos subjetivos. Sin embargo, la Liga Internacional de los Derechos de los animales y las ligas nacionales afiliadas tras la III reunión sobre los Derechos del Animal, llegaron a cometer la necedad de la proclamación, en 1978, de una "Declaración Universal de los Derechos de los animales", aprobada por la UNESCO y posteriormente por la ONU, cuyo artículo primero dice: "Todos los animales nacen iguales ante la vida y tienen los mismos derechos a la existencia". Texto semejante en su literalidad a los que se refieren a genuinos derechos humanos. Lo que me obliga a aproximarme al concepto de derecho, para llegar explicar adecuadamente la expresión "Derecho de los animales", y lo incorrecta y confusa que resulta.
Todos solemos tener una idea de lo que es el derecho, pero cuando se nos hace la pregunta concreta, para que la respondamos: ¿qué es el derecho? Entonces surge el problema, pues es una palabra polisémica, cuyo significado hay que buscarlo en el contexto en que se pronuncia. La primera lección de Teoría del Derecho suele tratar, precisamente, de aprender a diferenciar los distintos significados de derecho, en distintos contextos. Se suelen poner como ejemplo frases que contienen la palabra "Derecho", pero con distinto sentido, como: "no hay derecho a que tu jefe te trate así", "en el derecho español ese caso no está contemplado" o "el derecho a la vivienda es objeto de un congreso internacional". En estas frases la palabra "derecho" unas veces hace referencia a un hecho social, otras a normas jurídicas existentes y otras al valor justicia. Algo dispar, aunque confluyente en la experiencia jurídica, como la sociología jurídica, el ordenamiento jurídico positivo (las leyes existentes) y la filosofía del derecho (la justicia y el deber ser del derecho).
Hay que buscar el significado de "derecho" en la expresión "derecho de los animales", que pretendo enfocar más desde el campo de la filosofía del derecho. Una de las formas clásicas de ver los derechos y deberes, como reglas de juego del cuerpo social, es como un contrato de pertenencia a la sociedad asumido inconscientemente por todos sus miembros; a cambio de la renuncia a parte de sus libertades innatas, trabadas por una serie de obligaciones sociales, las personas obtienen unos derechos, que no son más que la otra cara de la moneda de las obligaciones de las demás personas integrantes del cuerpo social. Mi derecho a la vida no es más que mi visión subjetiva de la obligación de todos los demás de no matarme, y viceversa. Todos los derechos derivan, por tanto, de la capacidad humana de asumir obligaciones sociales. El derecho "más que un objeto de la actividad del hombre, es la actividad humana misma en el seno de las relaciones sociales" (Soriano).
El criterio para que un ser tenga derechos, por tanto, es la moralidad. Tibor Machan, por ejemplo, filósofo y profesor de ética empresarial en la Universidad Chapman en Orange, California, afirma: "Tales derechos se podrían erigir solamente si los animales se convirtieran en agentes morales, pero no lo son". Otro crítico es Roger Scruton, filósofo y autor de Animal Rights and Wrongs. Escribiendo en el Times de Londres el 7 de mayo de 2004, Scruton comentaba la propuesta del gobierno británico de establecer una Ley de Derechos de los animales. Dar derechos a los animales es "una degradación de los seres humanos" defiende Scruton. Si damos derechos a los animales, explica, "los ponemos en el mismo plano moral que a nosotros mismos". Pero esto no tiene sentido para él. Los humanos hacen "elecciones libres basadas en la evaluación consciente de alternativas", observa. "Ejercemos sobre nuestras vidas una soberanía que pedimos a los demás que respeten, y a quienes a su vez debemos respeto. Somos responsables de nuestras acciones, e intentamos resolver los conflictos más por el acuerdo que por la fuerza. En definitiva, somos seres morales. Ésta es la causa por la que el concepto de derecho nos es útil".
Una exposición más detallada sobre el tema se encuentra en Applied Ethics: A Non-consequentialist Approach, del profesor de filosofía de la Universidad de Reading, David S. Oderberg. Que un animal sea un sujeto en el sentido psicológico, percibiendo dolor y placer, no es lo mismo que decir que sea un sujeto en el sentido moral, con derechos y deberes, explica. No hay evidencia, afirma, de que los chimpancés o cualquier otro animal tengan conciencia "en el sentido de ser capaz de pensar sobre sus propios pensamientos, de reflexionar sobre su propio proceso de razonamiento, de hacer juicios sobre sus propios juicios". "Los seres humanos tienen derechos porque los seres humanos saben por qué hacen lo que hacen", afirma Oderberg.
En cuanto a los niños, los seniles o dañados cerebralmente, también tienen derechos debido a su verdadera naturaleza de seres capaces de autorreflexión consciente. Son seres morales en potencia. Los animales deben excluirse de la categoría de portadores de derechos, porque no tienen voluntad libre. No pueden decidir entre lo correcto y lo incorrecto en el sentido de deliberar entre líneas de conducta, y de proponerse hacer algo bueno en vez de malo.
Aunque todo eso no quiere decir que no podamos seguir defendiendo el bienestar de los animales, del modo que se viene haciendo; pero debe ser teniendo claro que cuando hablamos de animales no hablamos de lo mismo que cuando hablamos de personas, y que no pueden tener derechos. Constituye una deontología. Las razones de este comportamiento deseable tienen que ver con pensar que la manera que tenemos de tratar a los animales es un indicador de cómo somos capaces de tratar al hombre. "La compasión por los animales está íntimamente conectada con la bondad de carácter, y se puede afirmar con seguridad que aquel que es cruel con los animales no puede ser un buen hombre." (Schopenhauer). "Es la compasión del hombre hacia los animales lo que le hace un verdadero hombre". (Albert Schweitzer).
Creo, ciñéndome ya al objeto de este hilo, que es loable buscar el fin de los festejos populares que implican el sufrimiento de animales, porque esto indicaría que hemos llegado a ser mejores personas, pero no que este fin deba ser conseguido mediante la prohibición legal, mucho menos si esta prohibición está basada en el otorgamiento de supuestos "derechos" a los semovientes. Eso sería una incorrección jurídica equivalente a aquel precepto de nuestra Constitución de 1812, que en su Artículo 6 declaraba obligación de todo español el ser justo y benéfico, precepto que por su ingenuidad produce sonrojo. Es loable ser bueno, pero no puede ser obligatorio.
Concluyo finalmente que no estoy de acuerdo con ninguna ley que restrinja en forma alguna el derecho de una persona a manejar sus bienes, y entre ellos sus animales, como crea conveniente; lo que no me impide pensar que el que apalea a su perro es un miserable, con el que no me gustaría tener tratos. No puede ser de otro modo. "Reconocer el derecho de autodeterminación de la gallina sería el principio del fin del orden espiritual y material del universo, la OTAN incluida." (M. Vázquez Montalbán).
Rondador Nocturno
[Publicado originalmente por el mismo autor en foro.electroduendes.net el 11 de julio de 2004]
Aquí van los dos cuadros que más me gustaron de la exposición sobre el Romanticismo en Bélgica que estuve viendo el mes pasado. Son escaneos míos, ya que he sido incapaz de encontrarlos en Internet, y por tanto se trata (casi, porque ya publiqué estas mismas imágenes en http://foro.electroduendes.net/) de una primicia mundial en la red ;)
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